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Sunday, April 25, 2010

Miguel Ríos, la última vuelta al ruedo

Llevó el rock a la arena. Llenó cosos hasta la bandera. Miguel Ríos se despide de las giras después de medio siglo de "caras felices y noches memorables" en la carretera.

En 1962, nuestro protagonista tenía 17 años y acababa de grabar su primer disco a cambio de 3.000 pesetas (18 euros). La discográfica, en un alarde de elemental imaginación, decidió etiquetarlo como "el Rey del Twist", el ritmo de moda. El gijonés señor Pendás le contrató por 10 días para su sala de fiestas arropado por la orquesta del local. Tras la primera actuación, el encargado de la sala le dijo que no había cumplido lo acordado porque no sabía bailar bien el twist, a lo que el cantante le contestó que ni sabía lo que era el twist. No le despidieron porque les gustó cómo cantaba, pero le obligaron a ensayar todas las tardes el baile de moda. A raíz de aquello decidió aprender de verdad el oficio, ser un profesional de un gremio en el que, pese a la mala fama, había buena gente en todas partes.

Eran los años de lo que se vino en llamar la década prodigiosa, con Londres a la cabeza. España, naturalmente, era diferente. El prodigio nacional no era otro que sobrevivir en un régimen dictatorial que hacía poco empezaba a lavarse un poco la cara con la entrada del Opus Dei en el Gobierno y el plan económico de estabilización abanderado por Alberto Ullastres. En Granada había comenzado su andadura musical un joven cantante. Ahora, medio siglo más tarde, aquel joven ha iniciado una larga gira de despedida de los grandes conciertos. Se llama Miguel Ríos y esta es parte de su historia.Pronto se van a cumplir 50 años desde que en 1960, acompañado de un grupo de amigos, se presentó al concurso 'Cenicienta 60' de Radio Granada interpretando 'La plaga', una versión de la versión que hicieron Los Teen Tops del tema de Little Richard 'Good golly Miss Molly', y ganó. Son muchos años y mucha historia. ¿Qué recuerdos tiene de aquel tiempo, aquella edad suya y aquel país?

Quizá lo que recuerdo con más precisión sea la tienda de discos de los Almacenes Olmedo en la que entré de aprendiz cuando dejé el colegio al finalizar la primaria. Ese primer trabajo contribuyó a cambiar mi vida. Hasta entonces, la única música moderna que escuchaba era en el juke box de los Billares Ganivet o en los guateques que ocasionalmente organizaba un amigo con posibles. Pero en la tienda tuve la oportunidad de escuchar desde el Hound dog de Elvis hasta el Marcianita de Billy Cafaro, pasando por los Teen Tops, Bobby Darin, Los Platers, Cliff Richard y los Shadows, Ricky Nelson? Un batiburrillo de músicas que difícilmente se podían escuchar en la radio de Granada, donde triunfaba Juanito Valderrama y Su primera comunión o Mi ovejita lucera en la sección de discos dedicados. Aunque también se podía oír en la radio de aquellos días al Dúo Dinámico, a Los Cinco Latinos, a Nat King Cole o a Paul Anka, pero tener los discos en mis manos, aunque no fueran míos, tenía su punto. Eran los embajadores de la modernidad. Objetos que me decían, sin que yo lo supiera, que había otros mundos donde esa era la música con la que la gente se emocionaba, se enamoraba o, simplemente, se divertía.

Después llegará el momento cenital de su carrera española: 'Rock and Ríos', 'El rock de una noche de verano', éxitos de ventas discográficas, giras con conciertos multitudinarios, estadios abarrotados, 'Bienvenidos, hijos del rock and roll'? Todo parece indicar que pocas cosas hay más impactantes que todo eso, que nada coloca más que 40.000, 60.000, 80.000 personas seducidas desde el escenario?

Creo que nada hay más dulce y adictivo para un artista que el aplauso. Es el combustible que te da la energía necesaria para aguantar en la cuerda floja las críticas malévolas, las dudas paranoicas, la insoportable levedad del éxito en un país como España, donde lo tienes que revalidar cada día. Cuando estoy en el escenario y las condiciones técnicas y físicas son las adecuadas, todo lo que no es catártico desaparece. El chute energético de oír a miles de personas cantar al unísono tu canción es tan poderoso que tengo que luchar para que la emoción no me cierre la garganta y me impida seguir cantando. Creo que deberíamos tener a alguien a nuestro lado que, como a César, nos recuerde que somos humanos, pero para eso, para mantener el equilibrio emocional, están la veteranía, los traspiés de las carreras largas y las críticas.

Fuente: www.elpais.com

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