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Monday, June 21, 2010

Michael Jackson, el poeta del ritmo


Michael Jackson, el poeta del ritmo.

Primer aniversario de la muerte del Rey del Pop

Poco o casi nada se dijo de su talento como cantante, compositor y bailarín, entretenidos como estuvimos con las zonas umbrías de su vida y de su muerte.

Quizá sólo Prince sea el único artista negro que haya almacenado tanta música (también blanca) en su cabeza como Michael Jackson, que hace ahora un año se iba a poner el cielo patas arriba a ritmo de funky.

Michael recibió unas pompas fúnebres por parte de todo el mundo mundial (con el periodismo a la cabeza) en la que poco o casi nada se dijo de su talento como cantante, compositor y bailarín, entretenidos como estuvimos con las zonas umbrías de su vida y de su muerte.

Pero conviene decirlo pronto, muy pronto. Jackson fue (y lo sigue siendo) uno de los más grandes de la historia de la música popular. Y no han sido pocos. Tipos como Frankie Sinatra, Elvis, los Beatles, Johnny Cash, Dylan, los Byrds, Wilco, gente capaz de dibujar nuevos mapas del tesoro en el cancionero del planeta de la música pop.

Ya verle de niño con los Jackson dejaba intuir que el muchacho apuntaba maneras, maneras de vivir el arte que su padre convirtió en un negocio más o menos familiar. Michael Jackson era uno de esos privilegiados capaces de engullir la tradición del soul, del rhythm and blues, del funky, y también la de blancos como los Fab Four de Liverpool a los que adoraba, o el mismísimo y “hamburguesado” Presley. Pero con zamparse quintales de tradición no basta.

Luego hay que dar cauce a esa sabiduría, refundarla y refundirla en algo nuevo, personal, intransferible, algo que marca caminos, que abre puertas, que ilumina nuevas sendas. Y Michael lo hizo. Fue de los primeros en saborear el potencial de los videos musicales, fue (como Elvis) alguien que supo que moverse (y de qué manera) también es una forma de comunicar.

Fue el poeta del ritmo, el gran poeta del ritmo. Con Elvis, la música pop tomó cuerpo (cuerpazo), con Bobby Dylan alma, y Michael puso las extremidades. Y un sentido visual de la canción que muy probablemente casi nadie había explotado de manera tan fructífera hasta entonces. Hizo bailar, sí, pero compuso baladas excelentes y canciones como “Billie Jean”, cumbre del pop bailable. Fue negro algo desleído (quizá sus hermanos de raza prefieran algo más visceral como Sam Cooke o James Brown) pero los blancos saborearon con creces su música.

El pop es un bellísimo juguete y Jackson, niño eterno, lo destripó una y mil veces para airear sus entrañas y desvelar todos sus secretos. Con muchos de ellos se fue a la tumba. Pero, amigo, haga la prueba. Escoja cualquier álbum de Michael, véalo en youtube si lo prefiere. Sus canciones siguen palpitantes, el juguete sigue funcionando, el poeta del ritmo sigue haciendo rimar nuestros sentidos y nuestras emociones. Luego hay que dar cauce a esa sabiduría, refundarla y refundirla en algo nuevo, personal, intransferible, algo que marca caminos, que abre puertas, que ilumina nuevas sendas. Y Michael lo hizo. Fue de los primeros en saborear el potencial de los videos musicales, fue (como Elvis) alguien que supo que moverse (y de qué manera) también es una forma de comunicar.

Fue el poeta del ritmo, el gran poeta del ritmo. Con Elvis, la música pop tomó cuerpo (cuerpazo), con Bobby Dylan alma, y Michael puso las extremidades. Y un sentido visual de la canción que muy probablemente casi nadie había explotado de manera tan fructífera hasta entonces. Hizo bailar, sí, pero compuso baladas excelentes y canciones como “Billie Jean”, cumbre del pop bailable. Fue negro algo desleído (quizá sus hermanos de raza prefieran algo más visceral como Sam Cooke o James Brown) pero los blancos saborearon con creces su música.

El pop es un bellísimo juguete y Jackson, niño eterno, lo destripó una y mil veces para airear sus entrañas y desvelar todos sus secretos. Con muchos de ellos se fue a la tumba. Pero, amigo, haga la prueba. Escoja cualquier álbum de Michael, véalo en youtube si lo prefiere. Sus canciones siguen palpitantes, el juguete sigue funcionando, el poeta del ritmo sigue haciendo rimar nuestros sentidos y nuestras emociones.

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