La estrella de Barbados se presentó con gafas negras, pelo rojo de diseño muy corto y un vestido tan vanguardista como provocativo: sujetador cónico en negro y cullottes hasta la cintura del mismo color.
No se quedaban atrás sus bailarines, que dibujaron una coreografía futurista en la que Rihanna comandaba una nave perdida por el espacio en busca de un sonido que sólo ella puede encontrar.
El protagonista en los primeros compases del concierto de la exitosa isleña fue su nuevo trabajo, "Rated R", con temas como "Hard", "Firebomb" o "Rude Boy".
Las canciones de "Rated R" son buen ejemplo de la facilidad de la cantante para coquetear con géneros como el rap, el pop o el reggae, que incluye con suma facilidad en un repertorio que ilustra a la perfección la versatilidad de la cara de moda en la MTV.
"Disturbia" fue uno de los momentos de inflexión del concierto, no sólo porque es una gran canción llena de matices, sino por la brutal puesta en escena: enormes figurantes con aspecto de alienígenas de más de cuatro metros de altura dispuestos a atrapar a la reina de la noche.
Con un gran juego de luces y un escenario cambiante, las pantallas del Escenario Mundo reflejaban un mensaje: "This is a dream" (Estos es un sueño) o "The last option" (La última opción). Era el turno para el tema "Last girl on earth".
Con "Rockstart" la diva asumió su pose más rockera y se ajustó una guitarra eléctrica para interpretar unos cuantos riffs acompañados de los guitarristas de su banda. Precisamente, uno de los colaboradores de lujo con los que contó Rihanna fue el genial Nino Bettencourt (Extreme), que incluso intercaló una melodía flamenca que fue recibida con entusiasmo por el auditorio, unas 85.000 personas.
Con "Rudeboy" de nuevo la coreografía fue de lo más creativa, porque apareció retratado el mundo de los paparazzi que persiguen a las "celebrities". Bailarines con psicodélicos uniformes de colores y cámaras al hombro acosaban a la artista sobre el escenario, a la que le pasa algo muy parecido en la vida real.
Al rapero y productor Jay-Z y a su productora Def Jam Records debemos atribuirle no el descubrimiento, pero sí la apuesta por la joven artista de 22 años. Su cercanía con gerifaltes de la música como el propio Jay Z o Kanye West han convertido a Rihanna en una esponja que lo absorbe todo, capaz de entonar bajo una base electrónica o el sonido hueco de un bombo y una caja.
El contrapunto romántico del concierto vendría con las siguientes canciones: "Hate", "Rehab" y "Memories". Para cuando llegaron "Stupid in love", "Te amo" y "Pon de Replay" las 85.000 almas de la Ciudad del Rock de Arganda del Rey estaban entregadas.
Dos iconos de la música afroamericana estuvieron presentes en el recital de Rihanna. Primero Michael Jackson, al que la cantante homenajea en "Don\'t stop the music", uno de los temas más coreados por el público; una canción que ha arrasado en las pistas de baile de medio mundo.
En segundo lugar Louis Armstrong y su "What a wonderful world", que fue la canción utilizada por la caribeña para desaparecer en medio de la emoción desatada anteriormente con el hit "Umbrella".
Y es que precisamente el paraguas mágico que tapa la esbelta figura de esta diosa de ébano es su mejor carta de presentación. Un éxito como "Umbrella" es irrepetible incluso para la joven Rihanna, que se marchó del escenario en medio de una lluvia de pétalos.
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